En la Roma Antigua se celebraban en invierno las fiestas religiosas en honor a Saturno, el Cronos de los griegos. A mediados de diciembre había ceremonias religiosas, fiestas, juegos, las relaciones de autoridad se invertían (las mujeres sobre los hombres, los hijos a los padres). Al final de las fiestas, los niños recibían regalos de todo el mundo. Papá Noel no tenía por entonces un nombre ni un sexo definido.
Los niños italianos, por ejemplo, recibían sus regalos de una bruja buena llamada Befana. Según la leyenda, la bruja Befana, barría su casa cuando pasaron los Reyes Magos hacia el pesebre de Belén y la invitaron a ir con ellos. Al no acompañarlos, la Bruja sale cada año a repartir regalos en busca del Niño Dios, como acto de arrepentimiento.
En los bosques vascos quien venía con regalos era un gigante llamado Olentzero, y también carboneros, duendes, campesinos de barba blanca, botas altas y gorro de armiño eran los que regalaban cosas a los niños. No es extraño que el recuerdo de los milagros de San Nicolás entre los fieles cristianos sustituyera a las figuras paganas portadoras de regalos.
Ya en el siglo XVI los niños dejaban un zapato junto a la chimenea, que antiguamente, era el símbolo del vínculo entre los dioses y los humanos. Estos creían que los dioses se dirigían a ellos a través de la chimenea, y que también San Nicolás se servía de este conducto para recompensar a los niños con obsequios. Las canciones se cantaban para complacer a San Nicolás, al igual que, antiguamente, se trataba de agradar a los dioses a través de la chimenea.
No hay comentarios:
Publicar un comentario