domingo

Me separè




Cuantas veces escuchaste decir: "me separe" o "nos separamos"
Por cierto, y aunque generalmente uno escuche decir -tras la ruptura- que “nos separamos”, siempre hay uno de los dos que abandona y el otro que es abandonado.
Con lo cual la tentación ante la noticia de que hablo en el primer párrafo es considerarla una obviedad, ya que “sufre mas” quien fue abandonado y “sufre menos” quien decidió terminar la relación.
Los motivos para que así sea parten de la base de que el abandonado (o la abandonada) posiblemente estaban acostumbrados, incluso “bien” con la relación, y el abandono les cae como balde de agua fría.
Por el contrario, la que abandona venía preparando la situación, pensándola, evaluándola, incluso tal vez con algún “affaire” en concreto o en potencia.
Cuando decide perpetrar el abandono –entonces- sufre “menos” porque si en verdad sufriese mucho…. no se separaría y listo!
Ahora, este análisis que parece correcto tiene, como toda regla, una excepción interesante que merece estudiarse:
Las relaciones humanas son una dinámica.
En esa dinámica no todo es “blanco” o “negro” (en realidad, lo mas común es que sea una infinita escala de grises).
Imaginemos entonces que el que decide la separación “sufre menos” que el que recibe la noticia de que no hay mas pareja, de que “se acabó”, de que “no va mas”.
Para que la “victimaria” (llamémosle así) sufra menos que la “víctima” de su decisión, debieramos ceñirnos a un ámbito temporalmente acotado (supongamos que es el “período de duelo” de la ruptura).
Pero la vida (y la realidad) no reconocen parámetros tan escuetos.
Porque (vuelvo a decirlo), las relaciones humanas son una dinámica.
En esa dinámica, la “victimaria”, pasados unos meses (y –si la separación estuvo fogoneada por algún affaire, pasado el affaire-) suele recordar a la pareja perdida.
Suele recordar todo lo bueno que vivieron, y posiblemente en ese momento se da cuenta de que hace mucho tiempo que no sabe nada de ella.
Es entonces cuando intenta un contacto, un correo (que no tiene respuesta), un llamado a un celular que ha cambiado, o a un trabajo que ya no es el trabajo de quien fuera su pareja…
Caramba… ¿Qué está pasando?…
Al fin y al cabo, el contacto se da y (para sorpresa de la “victimaria”) su “víctima” concluyó –con mucho dolor- el duelo que se le impuso, salió adelante y no quiere repetir la historia que tan mal terminó.
En este punto me detengo en el análisis, giro hacia los lectores, y les pregunto si no conocieron casos así.
Se que los conocieron. Es una conducta humana muy común en la dinámica de las relaciones.
Y aquí –entonces- ¿quién va a sufrir mas?
El abandonado ya sufrió lo suyo (que no fue poco). Pero lo sufrió con el alivio de padecer un dolor no provocado.
La abandonante (¿existe esta palabra?), arrepentido y vedado de reanudar la relación que voluntariamente interrumpió, sufrirá, en su novedoso rol de “victima” la imposibilidad de volver las cosas atrás.
Acrecentado su dolor por el hecho de que la culpable de todo lo sucedido la espera cada vez que se mira al espejo: Ella misma
Las cosas no “le sucedieron” …. ¡las COMETIÓ!
Por lo tanto, decir que tal o cual miembro de una pareja que se ha destruído “sufre” mas o menos que el otro no es una afirmación estática.
Es una afirmación que pendula al vaivén de la dinámica de las relaciones humanas.
Y en ese pendular de sentimientos, la “victimaria” (devenido en “víctima”) padecerá el dolor de pretender algo que le está vedado por el decurso de sus propios actos: Reanudar la relación que voluntariamente interrumpió.
Creo que no me equivoco si postulo que la culpa será su mas pesada carga en ese doloroso trance.


Fuente Original:
OrtBraker. Del abandono y la culpa.

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