miércoles

Los tres tesoros



Cuando todos en la tierra reconocen la belleza como belleza,
Surge el reconocimiento de la fealdad.



El mundo será bello cuando la gente se haya olvidado de la belleza, porque entonces no habrá fealdad. El mundo será mo¬ral cuando la gente se haya olvidado completamente de la pa¬labra "moral", porque entonces no habrá inmoralidad. El mun¬do estará en orden cuando no haya nadie que lo fuerce, cuando no haya nadie intentando crear orden. Todos los que intentan crear orden son los enredadores ellos crean el desorden.
Pero es difícil de comprender. Es difícil porque toda nuestra mente ha sido adiestrada, adiestrada por esos pensadores es¬quizofrénicos. Ellos dicen: Elige a Dios y rechaza al Diablo. Sé bueno, no seas malo. Y cuanto más intentas ser bueno, más sientes la maldad en tu interior.


¿Te has dado cuenta alguna vez de que los santos que in¬tentan ser absolutamente virtuosos son demasiado conscientes de sus pecados? Lee entonces las "Confesiones" de Agustín. Si pasas toda la vida tratando de ser un santo, surge entonces el reconocimiento del pecado, cuanto más intentas ser un santo, más sientes que estás rodeado de pecados; intenta ser bueno y sentirás lo malo que eres; intenta ser amoroso y te encontrarás el odio, la ira, los celos, la posesividad; intenta ser bello, y te darás más y más cuenta de lo feo que eres. Abandona la dico¬tomía. Abandona la actitud esquizofrénica. Sé sencillo. Y cuan¬do eres sencillo, no sabes quién eres bello o feo.

Hay una historia Sufi. Un maestro iba viajando, y llegó a una posada a pasar la noche con sus discípulos. El posadero le dijo que tenía dos esposas, una hermosa, la otra fea. "Pero el problema es", dijo el posadero "que amo a la fea y odio a la guapa". El maestro preguntó: "¿Qué pasa? ¿Cuál es la razón?" El hombre dijo: "La guapa es demasiado consciente de su be¬lleza, eso la hace fea...”. Cuando estás demasiado consciente de tu belleza ciertamente te volverás feo. "... y la otra está dema¬siado consciente de su fealdad. Eso la hace hermosa”. La que era guapa pensaba constantemente que era guapa se había vuelto arrogante, muy orgullosa. ¿Cómo puedes ser bello con arrogancia? Arrogancia es fealdad. Ella se había vuelto muy egoísta. ¿Y has encontrado alguna vez algún ego que sea bello? ¿Cómo puede ser bello el ego? La otra, que era fea y consciente de su fealdad, se había vuelto humilde, y la humildad tiene una belleza propia. La humildad, sin ningún orgullo, sin nada de ego, crea belleza. Así que el hombre dijo: "Estoy confuso. Amo a la fea y odio a la guapa. Y te pido que soluciones el enigma. ¿Qué es lo que ocurre? ¿Por qué está sucediendo esto?".
El maestro llamó a todos sus discípulos y dijo: "Venid tam¬bién, porque esto es realmente algo que hay que comprender”. Y dijo exactamente lo que dice Lao Tse. El también dijo a sus discípulos: "No estés orgulloso de lo que sabes, si sabes que sabes, eres ignorante. Si sabes que no sabes, eres sabio. Un hombre absolutamente sencillo no sabe ni lo uno ni lo otro, si sabe o si no sabe, vive sin consciencia de su personalidad.

Y me gustaría prolongar un poco más la historia. Se acaba aquí. Tal como la cuentan los sufis, se acaba aquí, pero a mí me gustaría darte un giro más profundo. Me gustaría contaros que después de la visita de ese maestro, yo también visité la posada, muchos años después, por supuesto. Y el hombre, el posadero, vino a mi y me dijo: "Tengo un enigma. Una vez vino a visi¬tarme un maestro Sufi y yo le formulé este problema y él lo re¬solvió. Pero desde entonces todo ha cambiado. La mujer fea se ha vuelto orgullosa de su humildad, y ya no la amo. No sólo es feo su cuerpo, ahora su ser, todo su ser, se ha vuelto feo. Y la mujer guapa, al saber que la consciencia de que era bella estaba destruyendo su belleza, ha abandonado esa consciencia. Ahora la amo. No sólo es hermoso su cuerpo, su ser también se ha vuelto hermoso". Así que él me dijo: "Ahora dime qué es lo que pasa". Pero yo le dije: "Por favor, no digas nada. Si digo algo, la historia volverá a girar. ¡No digas nada!

La auto consciencia es la enfermedad; de hecho, vivir sin auto consciencia es realizarse. Eso es la iluminación: vivir sin auto consciencia. Pero tú estás en una dicotomía, en un dilema, escogiendo entre dos cosas ¿cómo vas a vivir sin auto cons¬ciencia? Siempre eliges: eliges ser bello, y la fealdad se convierte en tu sombra; eliges ser religioso, y la irreligiosidad se convierte en tu sombra; eliges ser santo, y el pecado se convierte en tu sombra. Elige y tendrás dificultades, porque la elección misma ha dividido la vida. No elijas, vive en un estado de no elección, deja que fluya la vida. A veces parece Dios, a veces parece el Diablo ambos son bellos. No elijas. No intentes ser un santo porque si no tu santidad no será santidad real el orgullo lo afeará todo. Así que digo que muchas veces los pecadores han alcanzado lo divino y los santos no han llegado. Porque los pe¬cadores son siempre humildes; al pensar que son pecadores, no pueden exigir.
Os contaré otra historia. Sucedió una vez que un santo llamó a las puertas del Cielo, y a la vez, justo a su lado, llamó también un pecador. Y el santo conocía muy bien al pecador porque vivía en el mismo barrio, en la misma ciudad; y habían muerto el mismo día.
Se abrieron las puertas, el portero, San Pedro, ni siquiera miró al santo, pero dio la bienvenida al pecador. El santo se ofendió. No se esperaba que un pecador fuese bienve¬nido. Preguntó a San Pedro “¿Qué pasa? Me ofendes. Me in¬sultas. ¿Por qué no me recibes bien, cuando al pecador se le ha recibido con tal bienvenida?". Dijo San Pedro: "Esa es la razón. Tú lo esperabas. El no. El se siente agradecido por haber veni¬do al Cielo, mientras que tú sientes que te lo has ganado. El siente la gracia de Dios, pero tu piensas que es a causa de tus esfuerzos que lo has conseguido. Para ti es un logro, y todos los logros son del ego. El es humilde. No puede creer que haya ve¬nido al cielo".
Es posible que un pecador pueda llegar y que un santo yerre. Si el santo está demasiado lleno de su santidad, errará.

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