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Reencarnacion y ley de karma



En una definición del Dharma -la ley universal – se dice que a nuestro alrededor parece girar un mundo maravilloso, estupendamente coordinado que captamos inteligentemente gracias a una ordenación psicomental que demuestra una misma perfecta armonía entre todos los elementos visibles e invisibles que existen en el Cosmos. La Ley, en la filosofía oriental, recibe el nombre de Dharma y es la que dirige el Sendero de la Evolución como causa sin fin de todo.
La aplicación de la Ley (Dharma) crea la diferenciación y de ésta, toda la serie de fenómenos, objetivos y subjetivos, con sus encadenamientos de acción y reacción. Karma, es precisamente la expresión de la ley como Acción y reacción, en lo particular.
Esto llevó también a explicar la desigualdad de los hombres entre sí al nacer y proporcionó razones para creer en una base moral del universo, base según la cual la virtud es siempre recompensada y la malignidad castigada.
Esta doctrina no se aplica al Espíritu-Alma, la cual es en esencia superior a la muerte y nacimiento puesto que es eterna y no se halla afectada por el tiempo, el espacio y la ley de causalidad. Karma significa acción en general. Es la acción que moldea el futuro del hombre, no sólo en la tierra, sino después de la muerte. La ley del Karma es la aplicación de la ley de causa y efecto en el mundo moral. Ninguna acción deja de producir su efecto, tanto en el cuerpo como en la mente. En el momento de morir, las acciones del hombre permanecen en forma de semilla y estas semillas se desarrollan cuando aquél adopta un nuevo cuerpo físico, ya sea en la tierra o en otro plano de existencia. Cada hombre nace en el mundo que él mismo ha construido. El bueno, heredará su propia bondad; el perverso, los frutos de sus malas acciones. El hombre está compuesto de deseos; en proporción a sus deseos es su prudencia; en proporción a su prudencia, realizará acciones (karma); en proporción a sus acciones, serán los resultados que coseche.



La reencarnación es la complementación de la ley del Karma y de la inmortalidad del Alma. El Alma, siendo eterna, no puede ser aniquilada con la desaparición del cuerpo físico. La idea del premio o castigo eterno después de la muerte es rechazada. Porque es absolutamente desproporcionado, para la ley de causa y efecto, imaginar que una acción realizada en un corto período de vida pueda producir como fruto un castigo que durará una eternidad. La idea de que el alma que ha errado no puede tener otra oportunidad para rectificar sus errores, es injusta.
Existen básicamente dos tipos de Karma que le atañe al hombre: un Karma Individual de ciclo largo y otro personal de ciclo corto.
El primero, como su nombre lo indica, es el que afecta a un individuo durante múltiples encarnaciones y ello explica que nazcan hombres ricos y pobres, hermosos y feos, sanos y enfermos, pues todo ello por lógica es fruto de acciones pasadas. En realidad, el Karma no es un “castigo”, sino una compensación justiciera. El Karma personal de ciclo corto, atañe a una sola personalidad o sea a la actual. Si por ejemplo, un comerciante miente en el peso o un conductor de ómnibus es poco amable con el público, estas pequeñas acciones negativas darán sus frutos a la brevedad, a veces en el mismo día. También suele ser mero Karma Personal nuestros éxitos o fracasos comerciales o incluso afectivos. Lo interesante es que, si bien el Karma Individual nos llega desde más allá del nacimiento, éste, el Personal, nos lo construimos minuto a minuto y minuto a minuto bebemos sus destilaciones.



Podemos dividir todas las almas en tres categorías. Una es la inferior: la de las personas con la conciencia del tipo más bajo; otra es el tipo más alto de todos, la conciencia más superior y muy pura; y la tercera es la de la gente intermedia, que tienen algo de cada una de las dos primeras; es por eso que a algunas almas les resulta difícil tomar un cuerpo nuevo inmediatamente después de la muerte.




Tanto las almas superiores como las inferiores deben esperar hasta que encuentran un vientre adecuado; algunas veces tiene que esperar centenares de años hasta el siguiente nacimiento. Las almas inferiores que están faltas de cuerpo son espíritus malos, del bajo astral, lo que llamamos fantasmas, están atormentadas por no encontrar todavía un cuerpo ya que sus intereses y felicidad están atados a él. Las almas superiores son felices y ligeros sin cuerpo y llegan a sentirlo como atadura. Pero suele suceder que se produce una cadena de nacimientos de almas buenas. Con muy poca diferencia de tiempo nacieron el Buda, Mahavira, Sócrates, Platón, Aristóteles, Confucio y Lao Tse. Todas personas increíbles y fascinantes. Lo mismo sucede con las almas inferiores cuando se desarrolla el entorno adecuado, nacen en cadena como lo demuestra el hecho de que en la misma época nacieron Hitler, Stalin y Mao. A las almas medianas, corrientes, no les resulta difícil nacer, en todas partes hay vientres dispuestos a recibirlas. La teoría de la reencarnación, aceptada en todos los tiempos y por los más grandes pensadores y enseñada por los Maestros de Vida, sostiene que existe un principio viviente individualizado que habita e informa el cuerpo del hombre. Este principio, eterno a la muerte del cuerpo, pasa a otro después de un intervalo más o menos largo, según haya sido la vida que el individuo llevó en la tierra.
Este principio, para aquellos que están familiarizados con la concepción filosófica oriental de la septuplicidad del hombre, es Alma, el Espíritu que tiene, en esta caso, manifestación dual: los orientales dicen:Budhi (la inteligencia innata, a intuición) y Manas (la mente universalista). O sea que Atma, Budhi y Manas conforman la triada, la trinidad en el hombre y en todas las cosas.Es Dios en cada una de las partículas manifiestas.
Esta triada (Atma,Budhi y Manas) o sea Espíritu, Alma y Mente, es el principio común que existe en todo lo manifiesto desde una simple partícula atómica hasta la mas grande de las galaxias. Estos tres aspectos, son los que nos identifican. Todo lo creado contiene potencialmente este principio trino. La labor de la educación-educir- es ponerlos en acto. Es despertarlos, es darle vida.
Este principio, es el lazo que une lo particular con lo general. Lo individual con lo universal. Podríamos decir, a modo de ejemplo, que si hacemos una abstracción, es decir, borramos todas las formas que nos dividen, vemos brillar ese principio uno y único.
Las formas, que dan existencia a los objetos, son simplemente las ropas, los vestidos de los que nos habla el Bhagavad Gita. Si llegamos a entender este concepto nos podríamos liberar de la ignorancia que es creada por la fantasía.
Pero, como estamos condicionados por la ley de causa y efecto (karma) nuestra comprensión es limitada y hasta que nos liberemos de las ataduras mundanales que nos esclavizan tenemos que retornar una y otra vez al mundo de las formas ilusorias. Nuestra misión en la tierra es despojarnos de la ilusión y vivir la realidad espiritual. O sea que la vida, según esta filosofía, es la posibilidad de vivir el principio eterno. Venimos para aprender a despojarnos de las ataduras, de las posesiones, de los deseos. Y esto se debe hacer sin el dolor que produce dejar algo. Se debe hacer por conciencia y no por represión. Dejar alto naturalmente, por crecimiento, por despertar, como cuando dejamos de ser niños y sin darnos cuenta somos adolescentes, adultos o viejos. Sin resistencia, teniendo presente que las reencarnaciones sucesivas son necesarias, primero: para continuar el desarrollo de las facultades y segundo para recoger el fruto de nuestros actos en forma de “premios “ o “castigos”.Una vez agotadas ambas no volvemos más al mundo del dolor.

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