domingo

La dificil vida de una Iyabo




Tras el Día de Asiento, la iyabó se convierte en «esposa» del santo. Volverá a su hogar, pero no podrá hacer vida normal en una año. Estas son las reglas que habrá de observar:
- Si está casada, dormirá en una cama aparte; si es soltera, esquivará la compañía de los hombres.
- No dará la mano a nadie puesto que es intocable.
- Vestirá siempre de blanco, no se podrá maquillar ni mirarse a un espejo y protegerá siempre su cabeza con un pañuelo blanco.
- Durante los tres primeros meses, tiene prohibido sentarse a la mesa a comer con otras personas. Sólo tendrá una cuchara para comer y cortará la carne con las manos.
- No puede salir de noche y tratará de evitar el calor y el frío.
- La peor de las faltas que puede cometer es faltar a su castidad.
BRUJERIA
Como sucede con toda religión, la santería también tiene su lado oscuro, negativo. En Cuba se le conoce con el nombre de brujería; en Haití se la llama vudú. Ambas tienen características similares, como es la utilización de macabros muñecos. Pero ni la brujería ni el vudú deben ser confundidas nunca con la santería. Sería una barbaridad tal como identificar la religión católica con el satanismo, por ejemplo.

La manifestación más temida de la brujería es el cambio de vida: el paso de una enfermedad mortal de un cuerpo a otro. O lo que es lo mismo, la salvación de un cuerpo enfermo arrebatando la salud y vitalidad a otra persona. Este fenómeno preocupa seriamente al estamento médico cubano, que se ha reunido en numerosas ocasiones, aunque siempre de forma clandestina porque se trata de un fenómeno que oficialmente no existe.
Sirva el siguiente ejemplo como ilustración: dos enfermos descansan en el mismo hospital, uno con una simple gripe y otro en estado terminal. Inexplicablemente, en un par de días el afectado por la gripe fallece sin motivo alguno, mientras que el que estaba a las puertas de la muerte recobra la vitalidad milagrosamente. ¿Respuestas médicas? Sencillamente, no las hay.
El cambio de vida requiere alguna prenda de la víctima. Un trozo de uña, un pelo o un simple calcetín son válidos para el macabro propósito.
La familia de un enfermo en cualquier hospital cubano no dejará solo al paciente ni un instante en cuanto tenga la más mínima sospecha de que el compañero de habitación es practicante. De momento no hay denuncias, puesto que (ya lo hemos dicho) esta práctica no es oficial y, por tanto, teóricamente no existe. Pero la realidad es otra bien distinta y el ritual del cambio de vida está tan extendido que incluso se lleva a cabo en los cementerios, con aquellos que ya han abandonado este mundo. Cualquier lector que tenga la oportunidad de visitar un camposanto en Cuba podrá contemplar a simple vista signos inequívocos de «cambios de vida» personificados en siniestros muñecos situados sobre las lápidas.

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